viernes, 9 de diciembre de 2016

NO BAJES A LA CALLE | RELATO FANTASTICO




Vivimos en una sociedad llena de mentiras, odios, vergüenzas, miedos y sobre todo violencia. Es ella la que maneja a las personas, la violencia es quien crea el bien y el mal. El aumento de la calidad de la vida y el conocimiento que recibe el humano desde su nacimiento lo hacen tan competitivo que cuando no consigue las metas que le han inculcado debe eliminar a todo lo que esté delante de su finalidad.




Luis es uno de esas personas que sufrió desde muy pequeño esas presiones, una familia que no lo había buscado y una vez nacido obligado a seguir los caminos que cada persona de su familia veía interesante para que tuviese una vida llena de placeres cuando realmente estaban llenándolo de los mismos miedos que habían sufrido y convirtiéndolos en una serie de desastrosas personas, llenas de traumas que les impiden disfrutar de lo que Luis quería.

Vivir.

- Luis no bajes a la calle que allí encontraras gente que no tiene la misma suerte que tú y te harán pagar sus desgracias -decía su madre-

Su padre les había abandonado hacía años dejándolos en una precaria situación social y económica. Cuando no, su tía era la que le introducía miedos de espíritus que vivían entre nosotros para ir apuntando nuestras acciones y al final de nuestra vida sopesar si tendríamos una próspera vida eterna o llena de angustias y padecimientos. Pero los humanos aprenden bajo las consecuencias de sus actos y después demuestran su inteligencia, si aprenden.

Luis, un chico menudo con aspecto enfermizo, ojos oscuros y muy juntos, una chata nariz llena de pequeñas pecas, el pelo lacio y raído de color negro. La fragilidad que presentaba cada una de sus extremidades y el resplandor que ejercía la luz solar al acomodarse en cualquier parte de su cuerpo que no hubiese sido bien cubierta por las capas de ropa con la que solía llenarla su madre gritaban fragilidad. Una piernas delgadas que hacían de las rodillas dos cantos que sobresalían de manera enfermiza y llegando a la zona de los calcetines, unas botas negras ortopédicas, caras, tan caras que como solía decirle su tía.

- No bajes a jugar al balón, correr, saltar o directamente andar.  Luis. Si rompes tu calzado se te torcerán las piernas y nadie querrá ser tu amigo. Serás raro y nadie quiere amiguitos raros.

Hacía siempre una pausa para que la idea en forma de terror se incrustarse en el cerebro del asustadizo chico. Luis asentía sin levantar mirada o producir sonido.

- Y tu madre tendrá que decidir si comprar comida o unas nuevas botas para ti. Así que como eres un buen chico, responsable de todos tus actos, pórtate bien.

Su cerebro se iba llenando de doctrinas, pero cuando ves que las lágrimas llenan la gran mayoría de las conversaciones donde aparece tu nombre,  acabas por convencerte de que debes hacer las cosas como se supone que no produciran ese efecto en tu progenitora. Luchas para que nunca seas el culpable de las desgracias aparecieron nada más llegó al mundo.

Pero ES un niño.

Le encantaba estar en la calle, le gustaba respirar la vida que allí transcurría, el trasiego de gente de todo tipo, cada uno con su vida tan diferente a la suya. Pasear cogido por la mano de su madre, escondido de casi todo, existir sin ser visto y escuchar las vidas tan entretenidas y dispares a la suya. Enclaustrado desde pequeño. Al llegar a casa cogía las historias y las hacía suyas. Si alguien había ido a ver un partido de fútbol, daban largos paseos por un monte, habían visto una película, visto decenas de animales en el zoológico o cumpleaños describiéndolo como algo maravilloso por ejemplo;  él cuando volvía a su casa se imaginaba cuales eran las sensaciones que habría vivido en esos sitios o con esas personas. No sabía, entre otras muchas cosas y sobre todo sentimientos, que significaba llorar de alegría, así que muchas veces se inventaba el significado.


Ese día su madre y tía habían salido a comprar  por lo que no estaban para decirle lo que si podía o no hacer. Eran las pocas las veces que lo dejaban sin la llave de la puerta echada.

- Ahora vuelvo cariño. Te he dejado en el microondas una manzanilla calentita por si te comienza a doler la barriga -Asentia Luis -

- Por favor no te subas a ningun sitio en la casa y ten cuidado de no caerte o romper algo valioso. Te dejo la televisión encendida. Si llaman a la puerta no le abras a nadie.

Se acercó, lo despeino y lo beso suspirando. Luis no cambiaba de expresión.

Antes de que la madre saliese y el sonido de las llaves le indicase que estaba solo ya estaba en su habitación cogiendo cualquiera de los tomos de libros que su Padre había dejado antes de abandonarlos. Ese día había encontrado un tomo de color marrón que en sus buenos tiempos había tenido las letras pintadas en dorado y con muchos adornos. Se sentó en la mesa de su dormitorio y abrió la persiana dejando entrar luz suficiente para que no se le cansase la vista. Nadie sabia que cogia los tomos de su padre, así que siempre tenía un cuidado máximo con el trato. Lo dejó con cuidado en la mesa y en la portada una Z centrada lo había dejado intrigado desde la primera vez que lo vio. Su cabeza comenzaba a crear historias. La última letra del abecedario en grande, acercó sus endebles dedos para abrirlo y un escalofrío se dirigió desde el dedo índice hasta su cerebro. Algo le empujó a ir a la cocina, le había entrado una sed terrible. Corriendo se fue hasta donde había dejado su madre la bebida, la cogió, y de manera secreta abría el cajón de la cocina donde estaban los cubiertos, allí a veces su tía guardaba sobres de azúcar. Cogio uno, lo abrió y lo volco completamente en la boca, los impulsos enérgicos producidos por la glucosa le llenaron el cuerpo. Con energías renovadas volvió al dormitorio, colocó un paño debajo del vaso que por la condensación dejaría marcas en la madera y eso haría a su madre sufrir. El vapor de la bebida le llegaba a las células olfativas sensoriales de su nariz. Busco un cojín encima de la cama, lo colocó en la silla de madera marrón, se sentó, respiró y abrió el libro que esperaba fuese a darle una buena tarde de entretenimiento y suficiente información para recrear historias en su soledad.

Dispuesto a disfrutar de lo que pudiese encontrar en el interior del libro, dándole igual si eran imágenes, letras o  números. Lo que no espero encontrar nada más abrir el libro era su nombre escrito en el perfecto dorado que había tenido que tener en sus primeros tiempos la encuadernación del libro.

Para Luis. Mi hijo. El que no podré ver crecer pero si podrá estar a mi lado durante el resto del tiempo que el Universo nos ofrezca.
Tu padre, Francisco.

Luis que aún leía marcando las sílabas con los dedos tuvo que repasar varias veces la frase para intentar comprender qué significaban tales filosóficas palabras. Parecía que su padre lo había tenido preparado por algún motivo, en el pie de la misma página venia a decir.

- Hijo, pasa directamente a la página número diez mientras cuentas en voz alta, no leas nada de lo que ponen el resto de hojas, cierra los ojos y cuenta conmigo.

La imaginación de Luis comenzó a crear lo que sus neuronas podían llegar a creer que sonaría la voz de su padre.

- Uno -una voz que no era la suya le acompañaba, era cálida y eso le gustaba-
- Dos. -Luis pasaba las páginas con cuidado-
- Tres. hijo, no tengas miedo.
 - Cuatro. haz lo que debas.
- Cinco. la felicidad la decides tu.
-Seis. Siete. Ocho…-así hasta diez-

Más intranquilo mientras avanzaba en la cuenta por encontrar el secreto de esa pagina ya no le daba mucha importancia a escuchar voces. Su tía era una seguidora fanática cristiana que le obligaba todas las noches a hablar a supuestos fantasmas que estaban protegiendo las esquinas de su cama para que nada malo ni nadie pudiese hacerle daño. Alguna vez pensó que si estaban para protegerlo porque debía sufrir una madre y tía tan pérfidas. Por primera vez un rostro desconocido sonriendo apareció en el fondo de su cerebro y le describió situaciones de dolor que nunca antes había siquiera podido imaginar. De nuevo la voz apareció justo al lado de su mente.

- No tengas miedo de lo que piensas. Ve a la página número once. -Luis movió rápidamente los dedos para mover las páginas endurecidas por el tiempo y llegó a la susodicha-

Como de toda forma seguía siendo un crío quiso dar un buche de la bebida caliente antes de averiguar qué escondia la página número once. El sabor azucarado desapareció bajo el sabor amargo de la infusión de manzanilla. Colocó el vaso de nuevo sobre el papel y guió sus dos penetrantes ojos negros al encabezado de la página.

- Hoy vas a tener que matar a tu tia, hijo mío.

Antes de que Luis pudiera darse cuenta de lo que la frase venía a decir, la voz de nuevo le insto a que se tranquilizase.

Sigue leyendo sin miedo, no deja de ser un libro y tu sabes lo que es real y lo que no le dijo.

- Hoy vas a tener que quitarle la vida a tu familiar ya que sino ella, cuando llegue sabrá que has cogido este libro y prefiere verte muerto a ti ya que ella sabe lo que pone en todas estas páginas - No había más escrito en la página-

Un único dibujo a lápiz realizado de manera grosa y rápida dejaba ver un cuerpo con la cabeza reventada en el suelo y un cuerpo dibujado sin perfil y relleno de un oscuro gris a lado, la cabeza de la figura tenía una sonrisa tan grande que ocupaba mucho más que el resto de la testa. Su imaginación comenzó a funcionar como en tantas otras ocasiones. Cogió la taza y volvió a sorber el líquido que comenzaba a enfriarse. La imagen sonriente que se mantenía en su cerebro había dejado de reír y Luis intentó hablar con él.

- Entonces... ¿eres mi padre? -No recibió respuesta, en vez, la imagen se acercó de manera brusca en su mente. Se agachó y dejó sus dos ojos fijos a los que Luis había creado para sí en su mente-
- Te mereces ser feliz -le dijo finalmente la imagen, separándose de nuevo a una velocidad impresionante-
- Pero yo ya soy feliz. Mi madre incluso me ha estado hablando de ir al cine algun dia.
           
- Nooooooooo!!!!! -La figura grito un no rotundo que retumbó dentro y fuera de la cabeza de Luis- Serás feliz cuando vuelvas del cine, mientras sigues sin haber ido. Y la principal culpable de que no te dejen ir es tu tía. Cierra los ojos, abre el libro y ve a la página número dos.


Luis lo hizo


- ¿Que hago ahora? -La imagen pareció ofrecer un aspecto de pesadumbres-


- Abre los ojos Luis -dijo la figura que había comenzado a llorar desconsoladamente-


Allí sin ningún texto encontró tres imágenes que describen a una mujer con cruces por todo su cuerpo desnuda y a otro dibujo muy parecido a él, un poco más abajo se veía como ella con los brazos extendidos hacia arriba mantenía un objeto como el libro que estaba leyendo y una figura más pequeña colocada de forma defensiva como si quisiera defenderse de algo. La ultima imagen, esta si coloreada, dejaba ver como el libro había golpeado en la cabeza de la otra figura y llenado todo el alrededor de color rojo. La voz le habló con terror.

- Lo que ves ahí. ¿Lo ves? Luis -bajó el tono de voz el espectro- Es tu sangre. -El espectro dejo de llorar para hablar- La sangre que acabara derramada si no haces lo que te digo será la tuya.
Acabó de decir esas palabras y desapareció de la mente de Luis en el mismo momento que el sonido de unas llaves comenzaron a juguetear con el bombín de la puerta de su casa-

El ambiente corrió para que el tiempo y Luis estuviesen en la misma línea. Los vellos se le erizaron mientras cerraba el libro, bajaba de la silla y se subía en la cama desde donde podía volver a colocar el libro.

La puerta se escuchó cerrarse. Quien fuese ya estaba dentro.

- Hola Luisito ¿Donde estas mi príncipe? -Era su tía, el ruido de las bolsas le llegó hasta el cuarto. Salió hacia la cocina todavía un poco asustado por la situación vivida unos minutos antes.


- Hola tita -se paro enfrente de ella, mientras ella sacaba los productos y los iba colocando sobre la mesa de la cocina.


- ¿Estás bien cariño? Estás muy pálido. ¿Te has tomado la manzanilla? -le decía sin mirarlo.


- Sí, tía. Me la he tomado  ¿Y mi madre? -Seguía de pie en la puerta con la mirada perdida en el suelo. Le estaba costando eliminar las imágenes que había imaginado en el libro. Al escuchar la pregunta, la tía soltó de mala manera un bote de conservas que rebotó en la encimera y lo miró con dureza.-
- ¿Quien eres tu para controlar a tu madre? Tu madre vendrá cuando tenga que venir, que bastante tiene con sacarte adelante…

Luis se hizo más pequeño, noto como su huesos se iban encogiendo hasta casi ser microscópico.

- Lo siento tía. -Se dio la vuelta y se acercó, les puso las manos en los hombros, dejando su peso en él hasta que consiguió agacharse-

- Lo que tienes que hacer es ver la televisión y quedarte tranquilo -Se levanto y continuo sacando objetos.-

La voz comenzó a de nuevo a gritarle. Te lo dije, te lo dije, te lo dije. La voz no tenía intención de callar. Luis apretó los puños, se esforzó en dejarlo sin voz pero no pudo, entonces gritó, pero en vez de hacerlo al ente de su cerebro lo hizo en la vida real.

- Déjame en paz -grito rabioso- déjame en paz, vete, vete -gritaban llorando y asustando a la pobre tía que nunca había visto tal desparrame de odio -La reacción fue levantar la mano y dejándola con toda la furia en uno de los grisáceos cachetes de la cara de Luis, callandole y a la voz en un instante, tirándolo al suelo-

- Ya te estás dirigiendo al dormitorio, maldito diablo. Como se te ocurre gritarme a mi así - vociferaba con los ojos inyectados en odio. Luis con respiración entrecortada en el suelo notaba la mano de su tía en la cara aun. La voz de nuevo apareció.

La felicidad no es lo que te enseñan hijo mio. La felicidad es una palabra a la que debes de darle únicamente tú un sentido.

Antes de que Luis intentase ponerse de pie volvió a cogerlo por el pelo y tirando de ellos hasta su cara le espetó.


- Si llega a ver esto tu madre, si lo llega a ver -comenzó a mover la cabeza y los ojos se le llenaron de lágrimas. Antes de caer la primera lo empujo al suelo-


- Levántate y vete a tu habitación, no quiero verte niño del demonio.


Luis asustado como pocas veces lo había estado en su vida salió corriendo reptando primero y cuando consiguió levantarse, corriendo. La rabia iba consumiendolo mientras avanzaba y al abrir la puerta la imagen del cuerpo etéreo que había estado en su mente se hizo visible en mitad del cuarto. No dio importancia y probó a expulsar su furia impulsando la puerta contra el marco. El estruendo fue estremecedor. Luis delante de la figura y aun con sus pequeñas y grises manos apretadas por la impotencia se dirigió al ente.


- ¿Que quieres? Déjame en paz -la figura comenzó a producir un ruido parecido al de una carcajada. El pequeño se lanzó sobre la figura con los ojos cerrados y moviendo sus brazos para golpear sin producir ningún efecto en el espectro-


- Te odio, te odio, te odio -espetaba con cada golpe lanzado a la imagen mientras sus lágrimas iban limpiando el ardor de su interior-


Su tía enfurecida por el golpe dado a la hora de cerrar su sobrino andaba recta y orgullosa, asintiendo las ideas del castigo de debía recibir tal mal criado niñato.  Luis se dejó caer en el suelo, con las piernas cruzadas, la cabeza agachada apoyada en sus dos manos, llorando en silencio, en medio del cuarto. La imagen sigue de pie riendo.


Creo que ya va siendo hora de ser feliz.


Un aliento recorrió todo el cuerpo del chico. La puerta se abrió nada más acabar las palabras la sombra desapareciendo para siempre. En el umbral, lo que debía ser la persona a quien dirigirse para pedirle ayuda, consejos, cuidados, amor, ternura, conocimientos o esperanza podía verse la viva figura del odio. En su mano tenía un cinturón de cuero marrón acabado con una hebilla metálica.


- Vas a comenzar a aprender con sangre -gritó su tía al entrar al cuarto, Luis no se movía, seguía en su postura de seguridad, dándole la espalda-
-  Levántate hijo de puta -pateó la espalda del chico que fue lanzado de boca contra el suelo, pero siguió sin mostrar aparente dolor-
 Solo puede hacer daño quien puede le dijo de nuevo la voz en su cabeza, no quien quiere.


El sonido producido al alzar el cinturón para flagelar la espalda solo provocó que Luis cerrase los ojos, recibiendo el latigazo e hiriendo su hombro con el metal, la sangre brotó lentamente debajo de su camisa, su tía sin esperar respuesta volvió a realizar la misma acción. Cuando al fin se cansó de golpear al chico, su respiración era igual que la de un animal al dar presa a otro, su mirada atravesaba sus gafas esperando que los gritos de dolor o que las palabras de perdón salieran del maltratado chico, pero no. Allí continuaba con los ojos cerrados, de bruces en el suelo, admirando el dolor que producía cada golpe recibido aquella vez. hasta que la mujer recuperó la cordura.

- Luis. !Luis, levanta ahora mismo! -Soltó el cinturón en el suelo  se dirigió al cuerpo magullado y asiéndolo por los brazos y levantándolo. Luis no produjo ningún esfuerzo y se levanto-

- Ves lo que haces! Mirate, es tu culpa!  - le dijo mientras cogía el brazo por chico y tiraba hacia el cuarto de baño.- Quiero que te vayas quitando toda la ropa y la dejes en el cesto, ahora vuelvo, voy a encender el termo y coger el jabón que te había comprado con todo el cariño del mundo -Con la misma mano que había estado infligiendo latigazos cogio la barbilla del chico, guio con sus huesudos dedos la cabeza para que los ojos estuvieran enfrente-
Se hizo un silencio.

- Olor a marsella, como a ti te gusta -Luis seguía sin decir nada, comenzaba a quitarse la camisa, cada movimiento le  producía calambres y dolores por los golpes recibidos. Salió del cuarto de baño y nada mas cerro se escucho como desde afuera cerraban con llave. Puso la mano derecha sobre la puerta y la imagen apareció de nuevo en su mente pero esta vez estaba enfadada, la imagen turbia vibraba y no paraba de mover lo que debía ser su cabeza.

Esta vez te ayudare yo, hijo mío, déjame tomar el control y verás como al fin ves la felicidad, la podrás abrazar y nunca, nada ni nadie te separara de ella.

Luis estaba cansado y por primera vez alguien le ofrecía hacer algo sin que él tuviese ninguna deuda por ello.

- Haz lo que debas, no quiero saber nada.

- No -dijo rotundamente mientras la imagen daba vueltas alrededor del chico- - Estarás aquí, donde yo estoy, veras, sentirás, olerás. Libertad, felicidad Luis. Fe-Li-Ci-Dad -El sonido fue haciendo más ahuecado, más profundo y reverberante.-


Las heridas ya no producían dolor, el peso de su cuerpo en sus piernas no le causaba ninguna sensación, noto como le ardía el pecho al respirar, pero no le era necesario. Podía ver mientras ocurría hacia todos lados a la vez sin siquiera saber si tenía los ojos abiertos. La mano que había estado apoyada en la puerta, se cerró en puño y golpeó tan fuerte que abrió un pequeño bollo creando otra llamada para que su tía volviese de la cocina. No podía dar crédito a lo que escuchaba, después de la paliza que se había llevado seguía con ganas de dar guerra. Su mente enloqueció.
- Luiiiiiiiiis, dijo entre dientes, luissssss..... -Soltó el jabón de marsella en la encimera, escuchó otro golpe mucho más fuerte. Sin tener que pensar, ya que lo había imaginado tantas veces en sueños, abrió el cajón donde se guardaban los cubiertos y cogió el cuchillo más grande que su mano intuyo. Otro golpe que hizo retumbar toda la casa. Andaba golpeando con cada pie el suelo, quería esta vez que supiese cuando estaba llegando, ansiaba aterrorizarlo, ahora sí pediría clemencia, le causaría tal daño que nunca, nunca más se portaria como un desgraciado. Metió la mano en el bolsillo y agarró la llave que abría la puerta del baño. Cuando fue a introducir la llave en el interior la puerta recibió tal golpe que saltaron pequeños trozos de pintura resquebrajando ciertas partes. Dio la vuelta al bombín y abrió de una patada, pero allí no había nada, ni nadie. El cuarto de baño había sido bañado en sangre, sangre en la bañera, hasta gotear, el techo caía de forma coagulada, las paredes no dejaban de emanar por cualquier sitio el líquido color, el olor metálico impregnó el ambiente y una palabras le fueron susurradas.

Tita estoy en la cocina.

Dio media vuelta dejando las marcas de sangre en cada paso.

- Ahora sí te voy a enviar al infierno. Cuando tu madre vea esto !Cuando lo vea! Esto va a ser una brom….
- CALLATE. -Luis le gritó desde la cocina-

Tita, estoy en la cocina.


Un olor a marsella comenzo a unirse al de la sangre. Al llegar la tía se encontró con que realmente allí estaba Luis, desnudo, con moratones y señales por todo su cuerpo, las botas ortopédicas era lo único que lo vestían. Levantó la cabeza como pocas veces lo había hecho, miró a su tía y señalando con sus débiles dedos las cicatrices en su cuerpo le dijo mientras se creaba una sonrisa.

-¿Eres feliz tita?

Se avalanzo sobre él con el cuchillo como ataque, pero cuando debio impactar no lo hizo en su defecto el impulso hizo que callese al suelo de rodillas. Luis se había movido sin siquiera fuese visto y estaba ahora detrás de ella mirándole la espalda.

¿Tia? -ella giró la cabeza y vio como sin saber cómo había perdido de su mano el cuchillo y ahora estaba agarrado por la mano de su sobrino- ¿Eres feliz tía? -Ladeo la cabeza y bajó el cuchillo hasta dejarlo en mitad de la zona donde estaría su columna-


Creyendo ella que iba a ser acuchillada intentó moverse y en ese preciso instante clavó levemente la punta del cuchillo. El punzante dolor la paralizó.

¿Eres feliz tía? -Esta vez la voz no era de Luis, era de algo que estaba allí con ellos-

 - Vete fuerza del averno! no me das miedo ni tu ni al que manejas. -Se clavo un poco más el cuchillo, haciendo que la espalda tuviese un espasmo de dolor.-

- ¿Eres feliz? ¿Eres feliz? -la voz lo llenaba todo-


 Comenzó a rezar dándose cuenta de que seguramente eran sus últimos segundos en la Tierra y en poco estaría junto a su Salvador. El dolor fue haciendose mas grande pero no caía desmayada ni podía moverse, seguia a cuatro patas y el cuchillo había comenzado a abrirle una herida de varios centimetros que marcaban de sangre el vestido. El cuchillo se hundió un poco mas en la espalda. Haciendo gemir y toser a la mujer que comenzaba a sangrar por la boca. Con tranquilidad, Luis se movió hasta ponerse delante de ella, se agacho y cogió con sus diminutos dedos su cara, la miró despectivamente y le dijo.

- ¿Ves mis botas? -Los ojos de su tía comenzaban a perder vida- -!Ves mis putas botas! -Gimió y movió la cabeza en lo que pareció un gesto de asentimiento.

- Pues ahora vas a ver lo que es la felicidad tita. -Dejo de agarrar la cara y se ató las botas, se puso de pie. Y con una fuerza colosal pateo la boca de su tia. El primer impacto le hizo perder buena parte de la dentición, grito y cayo de lado. Hizo un gesto con la mano izquierda y apareció en ella el cuchillo que soltó en la encimera.

La sangre comenzaba a brotar de manera severa por los labios y encías de la tía, pero Luis no estaba nervioso ni tenia prisa, cogió un trapo le hecho jabon de marsella y con él, se agacho donde moribunda luchaba por sus últimos momentos en la tierra su tía, le agarró de nuevo la cara, sonrió y con una voz dulce dijo.

- Voy a limpiar las botas, ahora seguimos tita. ¿Ya eres feliz? -Le pregunto. Un gorgoteo salió de su boca, sus ojos pedían que acabase con ella, pero esta vez fue en ellos donde recibió otra patada, creándole un traumatismo que la dejó en coma. Durante los siguientes minutos el ente y Luis continuaron golpeando a la mujer y aunque podía hacer tiempo que había dejado la vida, le continuaba cogiendo la zona que antes había sido la cabeza, le preguntaba si era feliz, la golpeaba y limpiaba sus botas-

A las dos horas la puerta de su casa vuelve a ser abierta por las llaves de su madre.

- Hola cariño! Hola Carmen! Ya he llegado!

Cerro la puerta y un grito de pánico recorrió por toda la casa, la madre acababa de ver la cocina y el estado en el que había quedado su hermana.

-Luis!!! Luisss!! -Gritaba mientras el olor a sangre y marsella seguía impregnado en todos lados, al dejar atrás el pasillo al fin vio a su hijo en el salón, sentado en su sitio favorito del sillón y viendo su serie favorita-


El chico parecía no saber qué había ocurrido. Su madre lo abrazó mientras confirmaba que no tenía daño y así era, todas las heridas que había recibido a lo largo de su vida habían desaparecido.


- ¿Pero Luis que ha pasado? -Luis sacó una carcajada como nunca lo había hecho-
-Mama, nada. He hecho lo que tu siempre dices- Cogió la mano de la madre que asustada lo miro.
- No he bajado a la calle y he sido feliz  -En ese instante la otra mano apareció de manera veloz haciendo un giro que con la ayuda de la hoja del cuchillo asestó un corte perfecto dejando caer la cabeza de su madre en su regazo. Mientras los últimos bombeos de sangre definen la cantidad de líquido que quedaba por expulsar Luis retiró los pelos que habían quedado en los ojos de su madre para dejarlos libres, la miró, sonrió y preguntó


¿Eres feliz?


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